Lunes 24 de noviembre del 2025
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El debate sobre la gestión de inversiones continúa: ¿activa o pasiva? Sin embargo, plantearlo como una elección binaria pasa por alto una realidad mucho más sofisticada. Ambos enfoques poseen méritos genuinos, y la verdadera pregunta no es cuál elegir, sino cuánto de cada uno debe incluirse en un portafolio bien construido.
A menudo, las conversaciones con asesores financieros se enfocan excesivamente en los index trackers, lo que revela las limitaciones del pensamiento dogmático. ¡Hay mucho más que eso!
La gestión activa se basa en un argumento sólido: los gestores expertos, que aplican conocimientos especializados y un riguroso control del riesgo, deberían justificar comisiones más altas mediante rendimientos superiores. De los 3.200 fondos activos analizados en 2024, el 42% superó a su par pasivo promedio. Aún más revelador: 107 fondos activos de renta variable estadounidense de gran capitalización superaron a su benchmark durante 20 años, con una rentabilidad adicional mediana de 0,6 puntos porcentuales anuales.
El interés compuesto es clave. Las matemáticas del interés compuesto transforman diferencias modestas en un patrimonio sustancial. Un inversor con £1 millón invertido al 8% anual alcanza £4,66 millones después de 20 años. Obtener 60 puntos básicos adicionales mediante gestión activa eleva ese total a £5,11 millones: una prima de £450.000 que justifica ampliamente las comisiones.
La gestión activa suele superar a la pasiva durante las correcciones del mercado, capturando más alza cuando los mercados se recuperan. Esta característica defensiva resulta invaluable cuando los portafolios enfrentan su máximo nivel de estrés. La naturaleza cíclica del rendimiento activo también merece atención: entre 2000 y 2009, la gestión activa superó a la pasiva en nueve de diez ocasiones, y en 35 años, lo hizo 17 veces frente a 18 de la pasiva. Esta casi paridad sugiere que distintos entornos de mercado favorecen distintos enfoques, y adherirse rígidamente a una sola filosofía garantiza perder oportunidades.
La gestión pasiva ofrece exactamente lo que promete: rendimientos de mercado menos comisiones mínimas, con total transparencia. A comienzos de 2025, los activos gestionados pasivamente superaron los 16 billones de dólares, mientras que los gestionados activamente se situaron apenas por encima de los 14,1 billones, un hito que refleja la preferencia real de los inversores.
La diferencia de comisiones tiene una importancia innegable. El interés compuesto actúa implacablemente en ambas direcciones, y cada punto básico que se pierde es capital que deja de reinvertirse. En los mercados desarrollados de gran capitalización, donde la cobertura de analistas es extensa, las estrategias pasivas ofrecen resultados admirables.
Sin embargo, la inversión pasiva conlleva riesgos. No presta atención a la valoración. Cuando la concentración del mercado alcanza niveles extremos, los inversores en índices terminan acumulando su máxima exposición en valores negociados a valoraciones máximas, una combinación que contradice principios básicos de prudencia financiera.
Los mercados emergentes en 2024 ofrecieron un laboratorio instructivo. La dispersión de rendimientos entre países fue amplia: aproximadamente 60% entre el mejor desempeño (Taiwán, +34%) y el peor (Brasil, –30%). Los gestores activos que sobreponderaron Taiwán y redujeron Brasil lograron retornos sustancialmente superiores. Los asesores centrados exclusivamente en trackers simples perdieron por completo esta oportunidad.
El enfoque sofisticado reconoce que la gestión activa y pasiva cumplen objetivos diferentes dentro del portafolio. La exposición central a renta variable en mercados desarrollados eficientes puede implementarse mayoritariamente de forma pasiva. Las posiciones satélite en mercados menos eficientes o sectores especializados ofrecen terreno fértil para que la gestión activa demuestre su valor.
La renta fija presenta oportunidades especialmente atractivas para la gestión activa. Durante la última década, el 45% de los gestores activos de renta fija superaron a su par pasivo promedio, reflejando una mayor ineficiencia en los mercados crediticios.
El enfoque de DCS encarna esta síntesis a través de portafolios que incluyen ambas estrategias dentro de marcos calibrados por riesgo. En lugar de forzar decisiones artificiales del tipo “una u otra”, estas soluciones emplean vehículos pasivos donde los mercados son eficientes y gestión activa donde la habilidad puede generar rendimientos adicionales.
Los portafolios navegan por condiciones variadas: mercados alcistas y correcciones, concentración y dispersión, eficiencia y dislocaciones. El gestor competente utiliza las herramientas adecuadas para cada entorno, en lugar de insistir en que un solo instrumento sirve para todo. El rendimiento se mueve en ciclos, y cada estilo alterna períodos de superioridad.
Los inversores que prosperan a lo largo de horizontes verdaderamente largos difícilmente se adhieren de forma dogmática a una sola filosofía. Más bien emplean ambas estrategias de forma estratégica, comprendiendo sus respectivos costos y beneficios, y manteniendo disciplina durante los inevitables períodos de bajo rendimiento. Esa disciplina, quizás más que la elección de un vehículo específico, es lo que finalmente determina el éxito de la inversión.
Nos gustaría agradecerle a Dominion Capital Strategies por escribir este contenido y compartirlo con nosotros.
Fuentes: Bloomberg, Yahoo Finance, Marketwatch, MSCI.
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